viernes, 14 de agosto de 2015

Mùsica gratis para todos

Aunque a estas alturas puede sonar pretencioso hacer otra reflexión sobre la piratería y las redes de intercambio de archivos, no me quiero privar de demostrar (yo también) la estulticia de cierta industria cultural, condenada a desaparecer en cuanto que sólo quiere vivir de aportar lo que internet ha hecho obsoleto: la distribución en soporte físico de los contenidos audiovisuales. 
Además, y a raíz de cierta noticia que para mí marca sin duda un antes y un después en la historia de la cultura, podréis comprobar que todo lo que escribo es aplicable a la industria editorial española, que actualmente me hace evocar a un elefante en medio de las arenas movedizas: obcecado por mantener un modelo de monopolio técnico de la distribución que en pocos lustros va a desaparecer, o reducirse a una ínfima parte de su volumen actual. Allá ellos.
Pero repasemos la historia reciente (aunque ya parezca tan lejana):
En 1995 se inventa el MP3. En el 2000 nace Napster, la primera red de intercambio de archivos. El cambio era radical, un medio revolucionario de transmisión de contenidos musicales había nacido, además sin mecenazgo de la industria cultural (todavía recuerdo cuando me descargué y oí mi primer mp3 por Napster: la sensación de que “todo había cambiado” fue casi física).
 
a) La música se había convertido en un bien de transmisión casi instantánea. Donde hasta entonces debías bajar a la calle, coger el automóvil, acercarte a la tienda de discos, buscar aparcamiento, entrar en la tienda, comprar el CD y repetir la operación para volver a casa (entre 25 y 90 minutos, según zonas) ahora bastaba con tipear una canción, hacer dos “clicks” y esperar diez minutos a tener el mp3 en tu disco duro. 
¿Cómo deberían haber reaccionado las discográficas? Dándose cuenta de que método tradicional de distribución iba a desaparecer. Dedicando todos sus medios a armar puntos de venta “virtuales” para poder seguir distribuyendo y vendiendo música, pero con la inmediatez de internet
¿Cómo reaccionaron en la práctica?: “Descargarse archivos es un delito. Si te descargas un MP3, eres un delincuente”. Si quieres música, coge el coche y vas a la tienda.
 
b) Ya no era necesario “pasar por el aro” y comprar un CD con 10 canciones para tener acceso a la única que te interesaba.
¿Cómo deberían haber reaccionado las discográficas? Recuperando la cultura del “single” o sencillo, volviendo a vender canciones individuales, dejando los LP para quien los quisiera.
¿Cómo reaccionaron en la práctica?: “Descargarse archivos es un delito. Si te descargas un MP3, eres un delincuente”. Si quieres música, me compras el LP.
 
c) En un solo instante había desaparecido la necesidad de distribución tradicional, y por tanto los costes de fabricación, almacenaje, transporte, estockaje, etc etc
¿Cómo deberían haber reaccionado las discográficas? Con la solución más coherente desde la estricta lógica económica: adaptando el precio al coste de fabricación y distribución
¿Cómo reaccionaron en la práctica?: “Descargarse archivos es un delito. Si te descargas un MP3, eres un delincuente”. Un CD cuesta 20 euros.  Sólo los ladrones quieren pagarnos menos.
 
d) El desarrollo de internet facilitaba ya por entonces la búsqueda de referencias y críticas musicales en la red, haciendo casi innecesario las campañas publicitarias de los discos y el asesoramiento de los dependientes de tiendas. Además el “streaming” ya permitía oír por anticipado extractos de las canciones desde la mesa de nuestra habitación.
¿Cómo deberían haber reaccionado las discográficas? Volcándose en la red, ajustando sus tácticas publicitarias al nuevo medio, para mantener cierto nivel de influencia en los consumidores.
¿Cómo reaccionaron en la práctica?: “Si quieres referencias, pregunta al dependiente. Si las buscas por internet, es que estás pensando en robarnos.”
 
e) Descargarse MP3 de otros usuarios era desde entonces GRATIS.
¿Cómo deberían haber reaccionado las discográficas? Seguro que se os ocurre.
¿Cómo reaccionaron en la práctica?: “Descargarse…” en fin, ya sabéis.
 
Cambiar ahora “canciones” y “CDs” por “libros”, “discográficas” por “editoriales españolas”, “mp3” por “libros digitales”… y hablamos dentro de cinco años.
 
PS: Dicho lo dicho, todos sabemos que hay pocos sabores parecidos al que se conseguía tras dedicar meses y meses a la búsqueda de un single determinado, y lo encontrábamos finalmente lleno de polvo y suciedad entre pilas de discos viejos, en cualquier tienda semioculta de tu ciudad…
 
PUBLICIDAD